El enojo es esencialmente una reacción a la frustración. Y, en términos generales, podemos decir que lo fundamental es que sepamos si nuestros enojos tienden a destruir o a resolver. Muchos creen que expresar enojo es descalificar, reprochar, cuando eso en realidad nos distancia del motivo que provocó el enojo y pone en marcha un mecanismo que podría llamarse «de bomba atómica»: yo agredo y ofendo a quien me hizo enojar, quien a su vez me agrede y me ofende, y continuamos así en la fabricación de actos de una violencia desproporcionada, que a menudo olvidamos cómo comenzaron. Es importante ser capaces de comunicar el dolor o el enojo sin reprochar. Esto permite que no anide el resentimiento. Tenemos que aprender a enojarnos; ésa es la clave: utilizar la energía del enojo para resolver el problema que nos enoja, no para agravarlo. (Norberto Levy)